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Libertad, eso es lo  que nos viene a la cabeza cuando pensamos en verano, vacaciones y campamentos. Y es que es precisamente cuando nos adentramos en las profundidades del bosque que nos sentimos más vivos y más libres.

Cruzamos ríos, saltamos piedras, nos embarramos y nos reímos. Qué fácil y qué difícil a la vez, avanzar hacía el corazón de la naturaleza. Qué poco acostumbrados estamos algunos a mancharnos, magullarnos y cansarnos. Y de pronto allí están, observándonos indiscretos un par de ojos curiosos. Y nos damos cuenta de lo lejos que estamos en realidad de toda ésta realidad.

Y pasamos como de puntillas, intentando no hacer ruido, sin darle voz al silencio, casi sin pestañear, disfrutando del aquí y del ahora, intentando no despertar del sueño en el que parece estamos.

Disfrutando de ésta libertad tan esperada… disfrutando de cada paso hacía el horizonte y de cada conversación con los nuevos compañeros de viaje. Somos muy conscientes de lo que tenemos y de lo que estamos viviendo y estamos dispuestos a disfrutarlo hasta el final.

“Soy como el aire

que va a toda velocidad

solo estoy yo y mi caminar

soy como el cielo que rebienta de repente

una explosión, una bomba nuclear”

 – Nil Moliner –

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